La Glándula Pineal, herramienta de las facultades del ALMA

La glándula pineal como herramienta física de las facultades del alma

La pineal, una conexión histórica persistente

El asiento anatómico del alma humana ha sido un tema controvertido de discusión en los campos filosófico, teológico y científico a lo largo de la historia.

La Glándula Pineal: Una de las hipótesis más conocidas sobre este tema fue propuesta por Descartes, para quien el alma albergaría en la glándula pineal, un cuerpo cerebral con una ubicación especial que atendería adecuadamente el funcionalismo del cuerpo humano.

En este trabajo discutimos las influencias históricas que hicieron posible el modelo cartesiano de la relación entre espíritu, cuerpo-máquina y las bases técnicas de su doctrina del dualismo.

En términos filosóficos, Descartes apoyó los planteamientos agustinianos y en términos fisiológicos y anatómicos adoptó algunas teorías de la Antigüedad clásica, fundamentalmente las propuestas de la escuela neumática alejandrina (Herophilos, Erasistratus) en relación con los espíritus animales.

Descartes también pudo haber conocido las hipótesis de algunos anatomistas contemporáneos (Diemerbroeck) que establecían la ubicación del sensorium commune en la glándula pineal.

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La Glándula Pineal, herramienta física de las facultades del alma

Conclusiones, LA HISTORIA, El conocimiento que quieren aplazar

Aunque las teorías cartesianas tuvieron fuertes críticas incluso en su época, algunos aspectos de estos postulados se mantuvieron hasta mediados del siglo XIX.

Las teorías sobre la ubicación anatómica del componente espiritual del hombre tienen sus raíces en las primeras manifestaciones del pensamiento filosófico y el nacimiento de las religiones, aunque la comunidad científica no ha sido ajena al desarrollo de este debate.

De hecho, una de las hipótesis más interesantes y elaboradas sobre el asiento corpóreo del alma humana fue propuesta por una gran figura de la reforma científica en el período moderno, el filósofo francés René Descartes (1596-1650).

En esta área de la fisiología, Descartes dejó gran parte de su legado en su obra póstuma, L’Homme (“Hombre”, 1664).

Este es quizás el trabajo más influyente en la concepción de la neuropsicofisiología humana a lo largo del siglo XVII y puede considerarse el primer libro de texto europeo sobre este tema.

El eje central de la doctrina neuropsicofisiológica cartesiana es la capacidad del alma para dirigir el cuerpo humano desde un asiento físico, cuyo emplazamiento sería la glándula pineal.

En la versión mecánica más puramente cartesiana, la glándula pineal también sería la responsable de una adecuada comunicación entre la máquina humana y su entorno, para lo cual Descartes se basó en el concepto galénico de spiritus animalis.

Sin embargo, hay que tener en cuenta que ni esta hipótesis localizacionista ni su localización pineal fueron aportaciones originales de Descartes.

La glándula pineal es uno de los órganos que más interés ha despertado entre los investigadores científicos a lo largo de la historia.

Su ubicación topográfica única, su carácter individual dentro de un organismo dominado por estructuras pareadas y su apariencia morfológica han hecho de este órgano objeto de muchas teorías fisiológicas sobre el funcionalismo del cuerpo humano y principios filosóficos que conectan con su espiritualidad.

De hecho, esta función como vínculo espiritual ya estaba presente desde la antigüedad en la filosofía hindú y la literatura védica.

El tercer ojo que quieren que tengas CERRADO.

Según estos, el ser humano posee un tercer ojo o cuerpo místico (la glándula pineal), correspondiente al sexto chakra (ajna), que proporciona una «ventana» a la vida espiritual de cada individuo.

En este estudio analizamos los antecedentes históricos que llevaron a la elaboración de la hipótesis cartesiana que proponía a la glándula pineal como asiento del alma y las bases científicas que la sustentan.

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La glándula pineal como válvula de la actividad psíquica del alma en la antigüedad clásica

En términos generales, los filósofos de la antigüedad clásica consideraban el alma como un cuerpo independiente que comprendía dos tipos de propiedades integradas en una sola entidad:

Propiedades puramente teológicas, entre las que destacaba su naturaleza inmortal, y propiedades físicas y psicológicas, responsables de ciertas funciones intelectuales como el pensamiento, la memoria, las percepciones y los sueños.

En “La República”, Platón (427–347 a. C.) distinguió entre tres tipos de alma

Alma apetitiva

Responsable de las necesidades básicas de los seres humanos, como la comida y el sexo

Alma emocional

Responsable de las emociones y percepciones sensoriales

Alma racional de naturaleza inmaterial e inmortal

Ligada a funciones superiores como el conocimiento, tanto general como abstracto.

En su diálogo Fedón, Platón defendió la inmortalidad teórica del alma y afirmó que el cuerpo era su “prisión” o “tumba” temporal.

Solo después de la muerte el alma se liberaba y podía viajar al mundo de las ideas.

Esta teoría representó la culminación de los postulados pitagóricos (siglo V aC) que consideraban el alma como una “realidad separada” del cuerpo, y la metempsicosis, la capacidad del alma para la reencarnación o transmigración después de la muerte.

Mientras tanto, para Aristóteles (384-322 a. C.) el alma ( psykhé ) era el principio o forma sustancial más importante de los seres vivos y era coextensiva con el cuerpo, de modo que todos los seres vivos tendrían un alma.

Sin embargo, también dividió el alma en tres tipos: vegetativa (las almas de las plantas), sensible (compartida por humanos y animales) y racional (o intelectual), exclusiva de los humanos.

Aristóteles, como heredero de los conceptos platónicos

Siguió situando el centro de la vida psíquica y de la percepción sensorial ( sensorium commune ) en el corazón, concretamente en la región denominada phren (la conexión entre el diafragma y el pericardio).

En cambio, para Aristóteles el cerebro no era más que una simple glándula que segregaba mucosidades o flemas por la nariz, aunque las facultades intelectuales del alma (fantasía, anamnesis y mnema) residían en el sistema cerebro-ventricular.

Sin embargo, la visión del alma que tenían las grandes figuras de la medicina clásica era mucho más materialista.

Hipócrates de Cos (460–377 a. C.), considerado la figura principal de la medicina antigua, creía que el alma estaba íntimamente conectada con el cuerpo, eliminando muchas de sus connotaciones sobrenaturales.

Para la escuela de pensamiento hipocrática, las diversas partes del cuerpo, incluida el alma, se formaban mezclando los cuatro humores (sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra o atrabilis ) en diferentes proporciones. Además, siguiendo los principios de algunos filósofos presocráticos como Alcmaeon de Croton (540-500 a. C.), Hipócrates defendió la posición del cerebro, en lugar del corazón, como el punto focal del sentimiento y la razón.

Uno de los tratados del CorpusHippocraticum (siglos V y IV a. C.), titulado “Sobre la enfermedad sagrada”, relata cómo el pneuma del aire exterior es conducido al cerebro a través del etmoides para inducir el desarrollo de la inteligencia y cómo el cerebro es el lugar de la psykhé.

La doctrina humorística del Corpus Hippocraticum

Fue cuestionada por miembros de la escuela de Alejandría, principalmente Herófilo de Calcedonia (325-280 a. C.) y Erasístrato de Ceos (310-250 a. C.), quienes intentaron construir una nueva fisiología antihipocrática basada en el legado estoico del pneumatismo.

Erasistrato comentaba cómo el aire ( pneuma cósmico ), tras ser transportado desde los pulmones hasta el corazón, se transformaba en zootikon pneuma ( spiritus vitalis , en latín) y posteriormente era transportado al cerebro a través de la sangre.

Allí, dentro de los ventrículos cerebrales, se convirtió en pneuma psychikon ( spiritus animalis )., en latín).

Para Erasístrato, el centro coordinador de la vida psíquica ( hegemonikon ) estaba situado en el cerebelo ( parenkephalis ) y las meninges, mientras que, por su parte, Herófilo situaba el asiento del alma en los kalamos.

En efecto, según Ariens-Kappers, la primera referencia específica a la glándula pineal en el marco de la cultura occidental debe atribuirse a Herófilo. Propuso que este órgano ejercía funciones de control valvular, funcionando como un esfínter que regulaba el flujo de pneuma psychikon desde el ventrículo medio al ventrículo posterior.

Gran parte del patrimonio filosófico-fisiológico griego fue recopilado por Claudio Galeno (131-200 d. C.)

Fue un paso más allá y estimó que todos los niveles de ánimo, incluido el más alto, eran completamente materiales.

En este punto, el maestro de Pérgamo compartía la visión de otros filósofos, como su colega romano Titus Lucretius Caro (99-55 a. C.), para quien el anima (alma) pertenecía enteramente al cuerpo y perecía con él.

En su largo poema De rerum natura, Lucrecio rechazó las posiciones platónicas y pitagóricas de la inmortalidad y la reencarnación del alma y contempló la muerte como el fin de la capacidad de percibir.

Siguiendo la hipótesis humoral, Galeno defendió la visión aristotélica de que el alma, como el cuerpo, estaba formada por una mezcla de los cuatro humores.

Además, Galeno modificó la teoría neumática y desarrolló una doctrina fisiológica que perduró hasta la época de Descartes. Siguiendo a Platón, Galeno dividió el alma en tres partes:

Concupiscible, irascible y racional (ubicadas respectivamente en el hígado, el corazón y el cerebro), y describió las potencias humanas ( dynamis ) correspondientes a los tres niveles del espíritu o pneumatas (físico o natural, vital y mental).

Estos espíritus eran sustancias materiales muy sutiles que circulaban en diferentes fluidos corporales. Así, la sangre neumatizada dentro del corazón era llevada a la rete mirabile del cerebro y transformada, en los ventrículos laterales (considerados por Galeno como un solo ventrículo pareado al que denominó ventrículo anterior), en el pneuma psíquico o spiritus animalis.

Este pneuma luego pasó a la médula espinal y los nervios (que se pensaba que eran huecos) como un agente que inducía la dynamis psykhiké, de la cual resultaba la acción muscular.

Desde la perspectiva etiopatogénica, un contemporáneo de Galeno, Areteo de Capadocia (siglos I y II d. C.), fue un gran impulsor de la doctrina pneumática, que fue perfeccionada posteriormente por Descartes.

Esta doctrina explicaba la enfermedad como una discrasia en el correcto equilibrio de las cuatro cualidades elementales (calor, frío, sequedad y humedad), dando como resultado una alteración de la dinámica del pneuma o spiritus , el producto refinado del aire inspirado, a través de los conductos corporales.

Galeno fue el primer autor en realizar una descripción detallada de la glándula pineal

La descripción perduró hasta nuestros días 18 y también acuñó el término konareion (“piña” en griego; conarium en latín).

En su obra De anatomicis Administrationibus, Galeno describió con gran detalle la anatomía del conario, pero relegó su papel funcional al de un mero órgano linfático pseudoglandular, sirviendo de ancla para la masa de venas cerebrales que discurren a lo largo del diencéfalo posterior y dorsal.

La Glándula Pineal, herramienta física de las facultades del alma
La Glándula Pineal, herramienta física de las facultades del alma

Estas hipótesis fueron expuestas en su octavo libro De usu partium.

Galeno creía que, en su paso por el sistema ventricular, el vermis superior del cerebelo, y no la glándula pineal como pensaba Herófilo, era la estructura anatómica que actuaba como una especie de válvula capaz de cerrar el acueducto de Silvio e impedir el paso del pneuma psíquico al ventrículo posterior, la ubicación de la memoria.

Una razón para la confusión inherente a esta teoría puede provenir de la sinonimia utilizada por Galeno para designar el vermis superior cerebelli, al que indistintamente se refirió como epífisis, término utilizado en tiempos modernos para referirse a la glándula pineal.

Según Galeno, y con toda razón, la glándula pineal era un órgano extracerebral desprovisto de motilidad, por lo que no podía actuar como válvula.

En resumen, los planteamientos médicos en la antigüedad clásica sobre la relación entre la glándula pineal y el alma no respondían a un fenómeno de asimilación, sino a un fenómeno simbiótico de funciones compartidas.

Este modelo (excepto en la visión galénica correcta), la glándula pineal actuaba como un instrumento de control del flujo espiritual. Servía como guardián de la actividad psíquica, más que como guía.

El alma y la glándula pineal en el modelo medieval de las tres células

La dicotomía entre las interpretaciones médicas y filosóficas de la esencia del alma se prolongó durante todo el período medieval. Sin embargo, tanto los enfoques aristotélicos como los galénicos se desarrollaron, enriquecieron y sistematizaron durante la Edad Media, en gran parte gracias a su paso por las culturas bizantina e islámica, dando lugar a un nuevo modelo neogalénico, que alcanzó su madurez durante el Renacimiento.

Con el surgimiento del cristianismo, primero durante el período patrístico y luego durante el período escolástico, las propiedades teológicas del alma ganaron mayor protagonismo, lo que relegó sus propiedades operativas a un segundo plano de interés.

Al final, fue Santo Tomás de Aquino (1225-1274), en un alto ejercicio de sincretismo, quien readaptó el concepto aristotélico de alma.

Esto sirvió de base doctrinal para las conclusiones del Concilio de Trento (1545-1563), que estableció la existencia de tres tipos de alma en los seres humanos (intelectual, sensorial y vegetativa) y dos en los animales (sensorial y vegetativa).

Así, el alma intelectual estaría dotada de tres propiedades: la inmortalidad, el libre albedrío y la razón, que se manifestarían en tres poderes rectores (imaginativo, intelectual y rememorativo)

En cuanto a las interpretaciones fisiológicas

Los médicos occidentales medievales acabaron por desarrollar complejas teorías galénicas en las que el cerebro era el asiento del alma y el pneuma operaba las facultades animales, la sensación y el movimiento, así como las tres potencias superiores o rectoras (fantasía, entendimiento y memoria).

Dentro de esta interpretación, el obispo Nemesios de Emesa (ca. 390) ubicó las tres facultades en los ventrículos anterior, medio y posterior, respectivamente, dando lugar a la denominada “teoría de las tres células”.

San Alberto Magno (c. 1193-1280) se posicionó en la misma línea en su obra Philosophia pauperum, sive Philosophia naturalis, en la que ubicaba el sensorium communeen el primer ventrículo y el poder de la memoria en el tercero (hoy cuarto ventrículo)

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