En 2018, el último año de la administración priísta, la estatal promedió una producción de 1 millón 787,000 barriles por día, como parte de una cifra que era parte de una tendencia negativa iniciada hace años y que el gobierno actual prometió terminar.
Los analistas han explicado que la baja producción de petróleo se debe a la maduración de los campos más productivos de la compañía, a la falta de nuevos descubrimientos y a la priorización de activos como Quesqui e Ixachi, que son grandes productores de condensados.
Las cifras citadas no toman en cuenta la producción de condensados, un hidrocarburo muy ligero, al que Pemex le ha prestado especial atención durante el sexenio y en el que ha basado su estrategia para mantener el discurso de que la producción no se ha desplomado.
Los analistas se dividen entre quienes aseguran que la producción de éste es igualmente válida por su alto valor en el mercado y quienes creen que no debe contarse como parte de las estadísticas porque éste debe ser mezclado con crudo de mayo densidad para ser comercializado.
Tomando en cuenta los condensados, en julio Pemex anotó una producción de poco más de un millón 736,000 barriles diarios. No se trata de la cifra más baja del sexenio, pero sí de la menor desde septiembre del 2022, según los registros.
Se tomen en cuenta o no los condensados como parte de la métrica, la estatal Pemex y el gobierno obradorista no alcanzarán los objetivos trazados, el último de ellos de 2 millones de barriles diarios bajo el argumento de que sólo se producirían los hidrocarburos necesarios para la demanda interna.
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