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El fenómeno de los Ternurines, el curioso boom de nostalgia y coleccionismo


El auge de los Ternurines en las redes sociales los ha convertido en el nuevo objeto de deseo para coleccionistas, quienes buscan completar familias, adquirir ediciones limitadas de ciertas producciones o años, o encontrar casas, autos y otros accesorios específicos para crear sus propias aldeas.

La oportunidad de mercado es significativa. A nivel mundial, el valor del mercado de juguetes coleccionables alcanzó los 13,381.2 millones de dólares en 2022, y se espera que crezca a una tasa anual compuesta del 11.68%, llegando a los 25,955.75 millones de dólares en 2028, según datos de Insight Intelligence.

Mario Alberto Nava, docente de Mercadotecnia en la Escuela Bancaria y Comercial (EBC), considera que el éxito de los Ternurines se debe en gran medida a su fuerte presencia en redes sociales. “Han logrado una comunicación masiva, segmentada y estética, gracias a su cercanía con el consumidor y a la viralización”, comentó en entrevista con Expansión.

¿De dónde vienen los Ternurines?

Los Ternurines comenzaron a producirse y comercializarse en la década de los 80 en Japón. Fue la compañía Epoch la que desarrolló las 16 familias de conejos, puercoespines, perros y osos que se venden bajo la marca Sylvanian Family. Estas familias, compuestas por papá, mamá, hermano y hermana, generalmente se comercializan en sets, a los que se pueden añadir otros miembros como bebés o abuelos.

En el mercado norteamericano, estas mismas figuras se comercializan bajo el nombre de Calico Critters, una marca adoptada por el fabricante para Estados Unidos y Canadá. Esta línea fue la que llegó a México en los años 90. A lo largo de estas décadas, las figuras, que originalmente se fabricaban en porcelana, pasaron a producirse con un material de textura aterciopelada. Cada figura tiene un nombre y una fecha de nacimiento.

La historia de estos pequeños animalitos se desarrolla en Sylvanian, una aldea ficticia. Los accesorios, como casas, muebles, ropa y comida, permiten que estos personajes adopten distintos roles, desde carpinteros hasta artistas. Con el tiempo, y gracias a su popularidad, algunos coleccionistas han elegido una de estas figuras para representarse a sí mismos en este universo.

Lupita Castillo, por ejemplo, tiene en su colección un conejito panadero al que nombró «Frutilupis». Lleva a este personaje y a su familia de Ternurines en una transportadora dentro de su mochila o bolso de uso diario. «Los llevo a todos lados y me gusta tomarles fotos en donde estoy y de lo que estoy haciendo en ese momento para representar mi día con mi muñequito. Es una manera muy bonita de volver a ser niña», comenta.

El experto de la Escuela Bancaria y Comercial (EBC) opina que los Ternurines han logrado posicionarse en el mercado de la nostalgia, uno de los más fuertes en la actualidad. “Recordar es vivir, y esa sensación de felicidad influye significativamente en este segmento”, explica.

Además, los Ternurines no solo apelan a la nostalgia, sino que han creado un mercado potencial al conectar a nuevas generaciones con las experiencias que los adultos vivieron en su infancia, fortaleciendo el vínculo intergeneracional en torno a estos juguetes.


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